En el 21 (o gracias)
Aug. 14th, 2009 03:17 pmLlamo a las sucursales infestas del recodo de tu pierna para informarme del acontecer del fin de semana, pero la celebración no tiene espacio para mi caída libre, mi espectacular deseo de volver atrás, mi culpa auto infringida en las llagas de la espalda, que como opus dei vine a parar por la accidental e incidental idea de que vale la pena la amistad.
Pero como no todo lo que brilla es oro, me veo forzada a cambiar de formato, ligar las ideas de forma consecutiva para entablar la conversación persistente que se posa en mi descanso post y ante clases. Pero retomando latidos anteriores, me vengo a aislar de la sociedad residente en cuatro paredes con el único fin de perder el tiempo en formato Microsoft Word 2003.
Me agradaría estar en lugares comunes, quizás así los putos me llamarían en su descanso cumpleañero, su jarana delincuencial que con gusto usurparía de las garras del abuso incondicional de estupefacientes que vengo a contemplar. Sin lógica aparente me escribo desde el éter de los suspiros, inconsciencia premenstrual.
Así, y con la frente en alto, me privo de potenciales argumentos que me dirán “eres una antisocial” y yo, con mucha astucia, diré que no me importa formar parte de cadenas de oración que promulguen la idea preconcebida de celebrar toda la noche, porque simplemente no me invitaron.
En vez de leer lo requerido me acurruco en lecturas complementarias, con varias deficiencias se viene la currícula, especialmente dicho así para los que comprendan el chiste implícito. En buenas cuentas, la no invitación al canto me llevará a pasear por la inconsciencia autónoma de clasificar mi vida a partir de los momentos de moral baja, por decirlo de forma elegante y no decir “en momentos como el pico”, porque aunque digo la palabra notoriamente siempre, no la suelo plasmar en papeles y ya que no lo hago, cobra más sentido en la metatextualidad que los lectores ávidos de mi obra deducirán con gracia sin par.
En el 21…
En la finalidad del asunto en cuestión, me autoafirmo que no soy el problema, sólo porque un amigo me lo plantea, me da la seguridad de la pérdida ajena. Yo no le creo mucho y vuelvo a derramar las lágrimas que contuve por la mañana cuando el espejo me contó lo que siempre temo descubrir. Pero amortiguo los reclamos de mi cabeza desfigurada, por el simple hecho de que reconstruir la autoestima es decreto con fuerza de ley de la afuerina y populosa concurrencia, esa que recoge mis pedacitos en los momentos requeridos, gracias.
Pero como no todo lo que brilla es oro, me veo forzada a cambiar de formato, ligar las ideas de forma consecutiva para entablar la conversación persistente que se posa en mi descanso post y ante clases. Pero retomando latidos anteriores, me vengo a aislar de la sociedad residente en cuatro paredes con el único fin de perder el tiempo en formato Microsoft Word 2003.
Me agradaría estar en lugares comunes, quizás así los putos me llamarían en su descanso cumpleañero, su jarana delincuencial que con gusto usurparía de las garras del abuso incondicional de estupefacientes que vengo a contemplar. Sin lógica aparente me escribo desde el éter de los suspiros, inconsciencia premenstrual.
Así, y con la frente en alto, me privo de potenciales argumentos que me dirán “eres una antisocial” y yo, con mucha astucia, diré que no me importa formar parte de cadenas de oración que promulguen la idea preconcebida de celebrar toda la noche, porque simplemente no me invitaron.
En vez de leer lo requerido me acurruco en lecturas complementarias, con varias deficiencias se viene la currícula, especialmente dicho así para los que comprendan el chiste implícito. En buenas cuentas, la no invitación al canto me llevará a pasear por la inconsciencia autónoma de clasificar mi vida a partir de los momentos de moral baja, por decirlo de forma elegante y no decir “en momentos como el pico”, porque aunque digo la palabra notoriamente siempre, no la suelo plasmar en papeles y ya que no lo hago, cobra más sentido en la metatextualidad que los lectores ávidos de mi obra deducirán con gracia sin par.
En el 21…
En la finalidad del asunto en cuestión, me autoafirmo que no soy el problema, sólo porque un amigo me lo plantea, me da la seguridad de la pérdida ajena. Yo no le creo mucho y vuelvo a derramar las lágrimas que contuve por la mañana cuando el espejo me contó lo que siempre temo descubrir. Pero amortiguo los reclamos de mi cabeza desfigurada, por el simple hecho de que reconstruir la autoestima es decreto con fuerza de ley de la afuerina y populosa concurrencia, esa que recoge mis pedacitos en los momentos requeridos, gracias.