Mientras las ilusiones nocturnas se comen el pasado probable, pienso en posibles desapariciones sospechosas, donde terceros alejan el amor pseudo correspondido, antes de que sea tarde, o más tarde que lo tarde que conforma lo que llamamos historia oficial, te tomo la mano para dar un vistazo a lo que temo por sobre todas las cosas, la verdad.
Apareces cuando el capítulo está cerrado, pero te abro la puerta feliz, con la esperanza de que alivies el dolor que me causa mirar atrás, que me digas bajo la lluvia un secreto a voces, que las cosas nunca se acaban cuando hay amor.
Entonces partamos por decir que me alegras la vida, que me traes recuerdos perdidos por el camino más próximo a la desaparición no casual de mi persona.
Los reencuentros siempre me han dado miedo, dame un beso para recordarte como un día con jumper me dejaste en la esquina de San Martín con Compañía, donde te pregunté mi nombre completo y tú recitaste una poesía bien compuesta, donde me oculté de los dinosaurios complejos que poblaban las calles prehistóricas de la ciudad.
La verdad, hoy he perdido otra vez, y otra vez acudo a tu rememoranza sobria y a la hiperacción de mi teclado, porque ya no sé escribir sobre croquis mal pintados, donde tu nombre era factor común. Hoy no escribo sustantivos propios, soy más metafórica para decir que muero sin él, y no daré nombres para no apagar el interés de algún lector que confíe en un término para la saga del desamor, en donde las posibilidades se acaban como mis palabras por hoy.
Apareces cuando el capítulo está cerrado, pero te abro la puerta feliz, con la esperanza de que alivies el dolor que me causa mirar atrás, que me digas bajo la lluvia un secreto a voces, que las cosas nunca se acaban cuando hay amor.
Entonces partamos por decir que me alegras la vida, que me traes recuerdos perdidos por el camino más próximo a la desaparición no casual de mi persona.
Los reencuentros siempre me han dado miedo, dame un beso para recordarte como un día con jumper me dejaste en la esquina de San Martín con Compañía, donde te pregunté mi nombre completo y tú recitaste una poesía bien compuesta, donde me oculté de los dinosaurios complejos que poblaban las calles prehistóricas de la ciudad.
La verdad, hoy he perdido otra vez, y otra vez acudo a tu rememoranza sobria y a la hiperacción de mi teclado, porque ya no sé escribir sobre croquis mal pintados, donde tu nombre era factor común. Hoy no escribo sustantivos propios, soy más metafórica para decir que muero sin él, y no daré nombres para no apagar el interés de algún lector que confíe en un término para la saga del desamor, en donde las posibilidades se acaban como mis palabras por hoy.