Qué se siente ser Camila

De rara y de extraña he sufrido desde que decidí ser otra, una reproducción de lo que el resto necesita, requiere o apela. Que si se encuentra con la soledad por el lado grita para que escuchen que hay alguien viviendo dentro de este cuerpo, que de repente me suena ajeno. Corto mis venas para que mi carne sienta lo que el pseudo corazón le dicta y no se atreve a mostrar, porque se han reído mil veces de mis brazos rotos cuando muestro quién soy, cuando creo saberlo y se me escapa del entendimiento que ¿si hay tanto de mí que entregar, por qué me devuelven todo lo que doy?
Frustro especialistas buscando dentro algo que no hay, porque sólo soy yo. Un pedazo de carne con materia gris incorporada y nada más. El resto va aparte, se vende por separado y se encuentra restringido para que sólo los necesarios me rompan en dos por dos y por dos.
Miro la luz de frente para enceguecer y no poder mirar el reflejo de una “mujer” que tiene la mirada perdida entre la gente que no la ve, que no la siente gritar, que prefieren pasar de largo o simplemente no preguntar por qué las lágrimas mezcladas con la sangre no dejan de caer.
Entonces, con la cara marchita voy tras mis huellas, para repetir lo que sigue los domingos, para que casi sean las tres y tres agujas clave en mi cabeza